Madrid, 7 de junio de 2022. El sector de la construcción de obra pública llega al ecuador de 2023 con la misma sensación agridulce de hace un año, entre retos y oportunidades que siguen requiriendo del compromiso de todos, empresas, Administración y organizaciones empresariales. Pero con más urgencia, el calendario impuesto por Bruselas manda y los próximos años deberán estar marcados por un alto ritmo de la ejecución de los proyectos. Salvo una prórroga en los plazos, todos ellos deberán estar completados en 2026.

Por eso es tanto más importante establecer un marco que facilite y agilice la ejecución de todos los proyectos en curso, así como los que aún quedan por adjudicar o, incluso, por licitar.

Los sobrecostes en las obras actualmente en ejecución, sin un mecanismo de reequilibrio realmente efectivo, están suponiendo que las empresas los estén asumiendo unilateralmente, contra sus cuentas de resultados, lo que, sin duda, está dificultando enormemente la adecuada ejecución de estas obras. Las medidas excepcionales diseñadas para compensar estos sobrecostes, sobrevenidos e imprevisibles en el momento de presentar las ofertas, se han mostrado limitadas y parciales. Su alcance -sólo para contratos de obras-, su aplicabilidad -con umbrales, topes y dejando fuera la revisión del coste de la energía-, las diferentes interpretaciones que se están haciendo de su complicada redacción e, incluso, la no aplicación por ciertos organismos y numerosos entes locales, dejan fuera a muchos contratos de obra y a todos los contratos de servicios y, a su vez, tampoco cubren la totalidad de los sobrecostes que están asumiendo las empresas.

Y mientras se mantenga esta situación, continuará la incertidumbre en forma de licitaciones desiertas, disminución de la concurrencia y ralentización en el desarrollo de las obras, comprometiendo así la ejecución de los fondos Next Generation. Por eso sigue urgiendo retomar una revisión de precios estructural y automática, que adecúe a la realidad los costes de los contratos de obra y de servicios. De todos los costes.

Sigue urgiendo retomar una revisión de precios estructural y automática, que adecúe a la realidad los costes de los contratos de obra y de servicios. De todos los costes

Porque no se puede seguir obviando el impacto que en los contratos tienen los costes salariales y su incremento continuado al calor de las sucesivas subidas del SMI, convenios y cotizaciones, y hasta por la falta de mano de obra, aspectos todos ellos fuera del control de las propias empresas.

En definitiva, el sector requiere de estabilidad y certidumbre, y no puede continuar asumiendo unilateralmente un impacto que excede con mucho el riesgo razonablemente asumible en una licitación.

Finalmente, además de resolver los problemas anteriores para evitar comprometer la ejecución de los fondos de recuperación, resulta imprescindible prepararnos para el medio plazo, una vez finalice este periodo de inversión subvencionada por Europa y de cara al cercano restablecimiento de las reglas fiscales europeas y el control sobre la deuda y el déficit.

Estos dos acontecimientos no pueden volver a suponer un drástico recorte de la inversión, como sucedió tras la crisis de 2008. Recordemos sus consecuencias, un millonario déficit inversor en infraestructuras -y su mantenimiento-, en áreas como movilidad urbana, vivienda, transporte ferroviario de mercancías, abastecimiento y depuración de agua, regadíos, regulación de avenidas e inundaciones, lucha contra la desertificación, regeneración ambiental, gestión de residuos, eficiencia energética y salud pública, entre otros.

Una indeseable situación que pone de manifiesto la necesidad de garantizar la sostenibilidad de las inversiones en las infraestructuras que, en cada momento, sean necesarias, alineadas con una estrategia de crecimiento sostenible del país e independiente de ciclos económicos. Y esto requiere una importante labor de planificación que incluya la estructuración de un esquema de financiación para el desarrollo y gestión de infraestructuras y servicios públicos, en el que se contemplen todos los modelos de financiación, de manera que se utilice en cada momento el más eficiente. En este sentido, la colaboración público privada, hoy prácticamente en desuso en España, debe volver a ser considerada como una alternativa complementaria a las políticas tradicionales de gasto público presupuestario.

Las infraestructuras desempeñan un papel fundamental en la mejora de las condiciones medioambientales, sociales y económicas, y son claves para impulsar el bienestar, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, garantizar la inclusión y la cohesión social, y eliminar desequilibrios territoriales. Hagámoslas posibles.